viernes, 8 de agosto de 2008

Una propuesta en escena

Revalidación de lo trágico
Palabras iniciales para una Tragedia Nueva

¿Sería posible reunir a los interesados por el teatro e intercambiar experiencias —también, dudas— sobre el manejo escénico de la tragedia griega? ¿Sería posible trascender prejuicios y conformar una estética teatral moderna, que considere las influencias plásticas y narrativas del cine, la TV, el cómic, el teatro de imagen, la técnica multimedia y, por supuesto, los métodos corporales, vocales y actorales para una escena que, por falta de otra denominación, queremos llamar Neotragedia o Tragedia Nueva?

Pero ¿qué es lo trágico? ¿Es lo mismo que tragedia? Podemos convenir que lo trágico —aquella «sustancia» viviente que trasciende, incluso, una forma específica e histórica de representarla— se relaciona con el estado de profundidad y de gravedad interior al que puede llegar el ser humano para trascenderse a sí mismo. Por eso, tiene menos que ver con la sucesión de muertes «trágicas» y de hechos catastróficos —aunque estos estén presentes o latentes en un espectáculo trágico—, que con la posibilidad de enfrentarse el ser humano consigo mismo. Pero ¿cómo actualizar una estética antigua —sin caer en «arqueologismos»— y no perder el vértigo de aquello que ha hecho vibrar a actores y público desde antes del siglo V a.C.?

En lo que a mí concierne, hace ya más de veinticinco años —y que conste que son más de la mitad de mi vida— que me planteo estas cuestiones y, a pesar de demorarme en otras latitudes teatrales, a pesar de entretenerme con otras ramas del espectáculo, el «músculo» regresa —invariablemente regresa— al mismo punto: la tragedia griega, la tragedia moderna.

He tomado cursos y seminarios, he actuado en obras, he escrito y montado espectáculos, he dado cursos y seminarios... el círculo siempre regresa al mismo punto y, en su centro, sigo yo o ese griego antiguo que me late dentro y que puja por expresarse en el mundo moderno, casi de modo dramático o, mejor, trágico. Y ¡he aquí algo curioso!: no estoy solo pues, a poco de escarbar en la superficie, surgen otros con inquietudes parecidas a las mías; otros, que ya intuían lo que les deleitaba o que lo descubrieron en un ensayo o en un seminario o, incluso, ¡en una audición!

A veces creo entender esta extraña fascinación pero, las más de las veces, se me diluye la certeza y retorna la cuestión: ¿estaremos preparados, en este mundo que se desdibuja en la superficie, para aceptar la profundidad de la experiencia humana y examinarnos sobre un escenario atravesado de pasión; signado por el torrente de voces que quiebran el aire; movido por el movimiento de anapestos y yambos y coros de ambiente, y de mareas que llevan y traen —llevan y traen— ora el cuerno de Minotauro olvidado en la playa, ora los labios de una Fedra nunca besados por Hipólito; ya la mueca innúbil de un Dioniso aún no desposado, ya el grito estremecedor de un Prometeo a punto de hundirse en el Cáucaso? Pero —ahora sí, la pregunta que más me inquieta ahora—: ¿cómo serán hoy esos minotauros, cómo besarán ahora esas fedras e hipólitos, cómo será ahora la mueca irreverente de los dionisos o en qué lengua vociferarán los prometeos reencarnados...? ¿Dónde estarán estos arquetipos redivivos, bajo qué aspectos aparecerán estos personajes tan antiguos como el eterno presente? ¿Cómo continuará lo trágico en la configuración actual del mundo, para deleite de los modernos, para ennoblecernos, para reconocernos?

Hace mucho que doy clases sobre estas cuestiones, y hasta me he tomado el atrevimiento de conformar una «poética dramática» que dé cuenta de mis investigaciones trágicas. Aunque poseo varias herramientas de la escena trágica, probadas y comprobadas, sé que sólo puedo ofrecer mis preguntas como disparadores genuinos. Eso ofrezco hoy en este blog, con el ansia, que viene cortando siglos, de encontrar actores y dramaturgos, productores y críticos, técnicos y artistas, teóricos y público que se animen a preguntarse conmigo, indagar conmigo y conformar un grupo para montar espectáculos trágicos, y ¡renovar el jugo de las vides!

Confío en que una Tragedia Nueva aportará vitalidad estética a la dinámica del teatro moderno; y en que actualizará al teatro trágico tradicional por medio de un enfoque cercano a nuestros intereses modernos. Confío, además, en el interés que podrá despertar, tanto en actores como en espectadores, un teatro de estas características, que tiene como ejes el drama del hombre y su dilema existencial, los mitos de un mundo globalizado y, por supuesto —acaso desde otro enfoque—, las técnicas dramáticas originales para abordarlo.

Ariel Pytrell